por Jorge | Ago 26, 2013 | Enseñanzas
Nada en este mundo puede hacerte ningún daño, a menos que así lo creas. Nada en este mundo puede afectar en lo más mínimo a Aquello que tú realmente Eres, a menos que te identifiques con aquello que no puedes ni nunca podrás llegar a ser, en absoluto. Lo que realmente Eres, lo que realmente Somos y que compartimos en total y constante Unidad es y siempre será completamente invulnerable. ¿Cómo puede lo que es Uno, lo que goza de completa Igualdad y que comparte una Única Identidad, fragmentarse, atacarse a sí mismo y comportarse como si tuviera distintas partes que se encuentran divididas y en lucha entre sí?
¿Cómo podrían las aguas de una misma Fuente intentar destruirse a sí mismas, o ir en contra las unas de las otras, de tal forma que su cauce acabase siendo caótico o inexistente? Pues en el Río que es la Vida no hay ni siquiera “aguas”, tan sólo hay Agua. Y aquello que goza de una misma identidad, esencia e integridad, como las distintas moléculas de agua de una gota de agua, y las distintas gotas de agua que forman el agua de un río, o de un lago, o de un mar, o de un océano, o del vapor en el aire, aquello nunca podría verse en absoluto separado o en lucha consigo mismo a no ser que así eligiese aparentar estarlo, aunque tan sólo temporalmente. Pues todo al final vuelve a la Quietud, más allá de todo temporal alboroto.
Y el tiempo no existe, más que en la mente que intenta a toda costa pensar finitamente. La mente intenta recordar un pasado y vislumbrar un futuro, más lo único que está haciendo realmente es imaginarlos a ambos en el único tiempo e instante que existe: el Presente. El tiempo y el espacio son lo mismo. Y el único espacio y el único tiempo que existe es el que hay entre dos pensamientos, ideas o percepciones. Más esas ideas derivan su sensación de existencia y realidad del poder con el que les dota la mente que las piensa. De por sí no podrían existir.
¿Y qué existe en ese espacio, en ese tiempo, entre esos dos pensamientos o percepciones, cualesquiera que sean? Silencio. El más absoluto Silencio. Paz, Amor, Dicha, Plenitud. Y dentro de ese espacio sin límites la mente vuelve a optar por crear e identificarse con una idea concreta, y con la que vino antes, y con la que vendrá después, estableciendo comparaciones infinitas, para percibirse de nuevo separada y fragmentada en una innumerable legión de ideas contradictorias y en conflicto y sin sentido alguno. Más todas ellas tienen un Único Sentido y un Único Propósito. Todas ellas tienen un Único Origen y un Único Destino del cual emergen y en el cual desaparecen. Su Fuente es la Mente en la cual parecen morar durante un instante.
Esa Mente, esa Consciencia, no tiene fronteras, no tiene límites, no está dividida. Todo pensamiento, toda idea, toda emoción, toda sensación, nacen y vuelven a fundirse en su Fuente, pues tal es su Origen y su Destino. Al igual que todas las aguas de todos los ríos y lagos y de todos los casquetes polares tienen su origen en el Océano, y que por evaporación o por condensación parecen separarse del Mismo, siempre acaban volviendo a Él una vez más, y comparten con Él, a lo largo de todo su viaje, Su misma esencia. Y solamente existe un Único Océano, pese a los distintos nombres que se le quieran dar. Y al igual, solamente existe una Única Mente, un Único Ser. Y ese Ser es lo que tú y yo Somos, y lo que todas las cosas que puedas ver, tocar, percibir, sentir, pensar o imaginar, Son.
¿No es acaso la mente con la que piensas siempre la misma, pese a que a veces elija pensarse a sí misma de maneras distintas? ¿No es ese espacio en el cual emergen y en el cual desaparecen todos tus pensamientos siempre el mismo? El Silencio es Silencio. La Quietud es Quietud. La Paz es Paz. El Amor es Amor. Y no hay ninguna forma de que sean, en ningún momento, algo distinto. Lo único distinto y que parece cambiar, son los pensamientos que parecen ocupar ese espacio de Plenitud total del cual brotan. Y la mente, en su empeño por hacerlos reales o por hacerlos desaparecer, como si confirmasen o amenazasen su seguridad, se aferra a ellos o se defiende de ellos intentando que alguna u otra idea o identidad sobreviva al resto.
Más, ¿qué es lo que hace el Silencio con todo eso, con todo ese juego que se juega en la mente? ¿Qué hace la Quietud del fondo del Océano ante toda esa frenética agitación que ocurre en las olas de su superficie? ¿Qué hace la Paz mientras dura toda esa pelea infantil y todo ese griterío sin sentido? ¿Qué hace la Dicha ante todas esas lamentaciones? ¿Qué hace el Amor, mientras todo ese miedo, ese odio, esa guerra y esa separación parecen tener lugar y afirmar y defender su existencia, pidiendo al Amor mismo que les ame y les proteja de todo el mal, el peligro, el castigo y la culpa que les acechan en cada instante? El Silencio, la Quietud, la Paz, la Dicha, el Amor, ante todo ese movimiento incesante, tan sólo pueden seguir Siendo lo que Son, y obrar en armonía y coherencia con lo que Son, contemplando a todo ese patio de niños alborotados en su total Inocencia. ¿Qué hace el Amor? Tan sólo Amar ¡No puede hacer otra cosa!
¿Estás dispuesto tú también a hacer únicamente ESO? ¿Estás dispuesta a reconocer tu Herencia, tu Origen y Destino, tu Voluntad, y a unirte a Ese Único Propósito, tú Único Propósito y el de Todas las cosas? El Amor, que es Paz, que es Felicidad y que es Plenitud, te invita en cada instante a que contemples junto a Él todo lo que piensas, todo lo que sientes, todo lo que ves, lo que oyes, lo que tocas, lo que percibes, y en un acto de total Confianza permitas que todas las cosas se fundan en Su cálido y amoroso abrazo, para no volver nunca más a molestarte ni a perturbarte, en el Re-Conocimiento de que ese Amor Es lo que tú Eres.
Ama y descubrirás Quién Eres. Ama y no contemples ninguna diferencia y gozarás de plenitud. Ama y sabrás lo que es estar en Paz. Ama y sabrás lo que es la Felicidad. Ama y serás libre, pues no tendrás nada que temer.
Jorge Pablo Pérez
por Jorge | Abr 24, 2013 | Enseñanzas
Solamente desde una actitud de no-juicio, de aceptación, de observación y de profundización de todo aquello que surge en nuestro interior, seremos capaces de discernir entre lo real y lo ilusorio, entre lo permanente y lo impermanente, y dar ese salto cualitativo hacia la Experiencia de la Verdad siempre presente en nuestro interior.
Sólo la observación e indagación de las emociones, en primera instancia, con las cuales nos encontramos día tras día, puede ayudarnos a que la Verdad que éstas ocultan a simple vista, se revele en todo su esplendor y nos lleve de vuelta a nuestra naturaleza más profunda y auténtica.
Solamente somos capaces de experimentar dos tipos de emociones: amor o miedo. Únicamente la primera es real, mientras que la segunda es tan sólo una ilusión: la simple negación del Amor mismo.
Todos deseamos esa Paz, ese Amor, y esa Felicidad incondicionales por las que tanto nos esforzamos por alcanzar, ya sea a través de medios “terrenales” o “espirituales”. Oscilamos constantemente entre el apego y el rechazo, el amor y la aversión, el deseo y la evitación, de todo aquello que pensamos que o bien nos ayuda a alcanzar nuestro objetivo, o bien nos lo impide. Pero tan sólo nuestros propios juicios y actitudes de rechazo y lucha constantes, y de aparente separación y carencia de esa Paz profunda que tanto anhelamos, nos hacen experimentarnos cómo separados de Ella. Y paradójicamente, sólo a través de una actitud y una consciencia pacífica podremos Realizar esa misma Paz que anhelamos.
“No hay caminos hacia la Paz. La Paz es el Camino”. (Gandhi)
Resulta paradójico que simplemente observando, escuchando y atravesando pacífica y ecuánimemente todas aquellas sensaciones, impresiones y emociones que tanto conflicto nos provocan, es cómo podremos liberarnos del conflicto que creemos experimentar. El miedo al abandono, por ejemplo, nos habla de un intenso deseo y reconocimiento de que lo que queremos experimentar es tan sólo esa sensación de constante unidad, cercanía y amor con el objeto de nuestro amor o miedo, ya se trate de nuestra madre, nuestro padre, un amigo, nuestra pareja o Dios o el Amor mismo. Si escuchamos atentamente y sentimos profundamente ese miedo(o la emoción de la que se trate: ira, rabia, tristeza, frustración, culpa, etc.), nos daremos cuenta de que nos habla con fervor de lo mal que nos sentimos frente a esa posible experiencia de separación del objeto amado o de sentir plenamente ese Amor. Se trata de nuestro propio Niño Interno y herido hablándonos de aquello de lo que se siente privado, o teme serlo, y de aquello que anhela tan profundamente experimentar.
Escuchando y atendiendo nuestros miedos y emociones más conflictivas sin juzgarlas, seremos capaces de reconocer nuestros deseos más profundos.
Por ello, cuando atendamos nuestra emoción, por muy dolorosa que sea, tomaremos consciencia de qué es lo que ésta, en nuestro propio nombre, nos está pidiendo.
¿Qué mejor opción nos queda que, en lugar de luchar constante y eternamente por su atenuación o desaparición, logremos atenderla y escucharla, y poder ir juntos hasta nuestro Corazón, dónde la Paz, el Amor y la Felicidad nunca han estado ausentes?
A esto es a lo que Ramana Maharshi se refiere con su consejo de “seguir a los pensamientos hasta su Fuente”. Por eso se nos dijo “No resistáis al mal” (Jesús) y “Lo que resistes, persiste” (Jung). Y es por eso que, al final de la trilogía de la película Matrix, Neo no encuentra la liberación hasta que al enfrentarse con el más temible de sus enemigos, el Agente Smith, elige dejar de luchar con él, aceptándolo totalmente tal y cómo es y en todas sus acciones y deseos. Ello produce inmediatamente su total disolución e integración en la Luz de la que ambos forman parte: la Iluminación de la totalidad de la Consciencia.
Respira, siente y observa serenamente tus emociones, y PERMÍTETE descansar en la Paz del Océano que se oculta tras el bravo oleaje de la superficie.
Cualquier técnica de meditación, relajación y autoindagación, debidamente empleada, así como cualquier espacio o instante que nos permitamos de atención plena de nuestros estados internos, puede conducirnos a esta toma de consciencia profunda de Aquello que realmente Somos, y que nos espera con infinita paciencia tras todos nuestros temores y conflictos. Se trata únicamente de respirar, descansar y entregarse sin miedo, sin expectativas, sin juicios ni condiciones, a la experiencia de nosotros mismos en cualquier momento dado, abiertos al aprendizaje que descansa serenamente bajo la superficie de nuestros pensamientos, juicios y actitudes de rechazo de esas experiencias emocionalmente intensas que nos acompañan en cada paso de nuestras vidas. Lo mismo que a nuestras emociones, es igualmente aplicable a las sensaciones físicas o energéticas y a los pensamientos. Se trata fundamentalmente de no aferrarse ni rechazar, de no apegarse ni huir, sino simplemente observar y aceptar incondicionalmente todo aquello que sentimos y pensamos, permitiendo que todo descanse y se reintegre en su debido lugar: la Paz de nuestro Corazón.
Abraza pacíficamente tus miedos, y permíteles que éstos te guíen más allá de tus propios juicios de limitación y carencia, hacia el Amor que Somos.
Sólo a través de esta consciencia pacífica y amorosa, sin juicio, tensión o rechazo, de total aceptación de aquello que sentimos, de escucha profunda de nuestras emociones más oscuras y de nuestros pensamientos más atemorizantes, podremos realizar un viaje de vuelta hacia su propia fuente, nuestra Mente, y hacia la Fuente de ésta, el Corazón, en el cual reside la Consciencia permanente del Amor. En Su regazo nada puede permanecer separado o desatendido, nada nunca ha faltado y en su interior todo cuanto siempre hemos anhelado y aspirado a Ser y experimentar, siempre ha estado presente, esperando a nuestro recuerdo y aceptación. Siempre presente, paradójicamente justo detrás de nuestros mayores temores, con los cuales hemos luchado tan arduamente. Sin saber que detrás de la neblina que nos impedía verlos con claridad, detrás de las trincheras tras las cuales se ocultaban, que parecían hechas de espinas, pero que en realidad eran tan sólo hermosos rosales, detrás de nuestras propias ilusiones de separación y carencia, y detrás de nuestros gritos de agonía y desesperación, se encontraba la Eterna Llamada, el Canto Infinito al Amor, la Paz y la Felicidad que tan incondicionalmente, tras todos nuestros cantos de guerra, nos esperaban con los brazos abiertos al Reconocimiento de nuestra inalterable e inexpugnable Unidad con Su Esencia.
Jorge Pablo Pérez
Artículo publicado en la Revista VERDEMENTE, nº168, Mayo de 2013
por Jorge | Abr 23, 2013 | Enseñanzas

Señor, haz de mí un instrumento de tu Paz.
Que dónde haya odio, yo siembre Amor.
Dónde haya ofensa, yo ponga Perdón.
Dónde haya duda, yo ponga Fe.
Dónde haya discordia, yo ponga Unión.
Dónde haya desesperación, yo ponga Esperanza.
Dónde haya tinieblas, yo ponga tu Luz.
Dónde haya tristeza, yo ponga Alegría.
Señor, concédeme la gracia de no desear tanto:
Ser consolado, como Consolar.
Ser comprendido, como Comprender.
Ser amado, como Amar.
Porque dando es como recibimos.
Perdonando es como somos perdonados.
Y muriendo en Tí, como nacemos a la Vida Eterna.
