por Jorge | Sep 17, 2014 | Sin Clasificar
¿Qué se necesita para ser uno mismo? Realmente… nada. ¡Pues es algo imposible no ser uno mismo! Todo el tiempo estás siendo tú mismo. Constantemente estás siendo quien eres. Y no existe ningún momento en el que dejes de SER, en el que dejes de existir, en el cual dejes de ser Vida en estado puro. El único problema aquí, y no es más que una falsa apariencia, es creer que eres algo distinto a lo que realmente eres. Creer que a parte de tu mera existencia intemporal, perfecta y plena, existe algo limitado, carente e imperfecto con lo que tú te identificas y cuya existencia, cuya vida puede verse amenazada en cualquier instante.
Si crees con vehemencia que te falta algo o que te puede faltar algo, sea plenitud, felicidad, paz, amor, abundancia, fuerza, energía o la vida misma, experimentarás los efectos de esos pensamientos o creencias, no en un futuro, sino de forma inmediata. Y no necesariamente a nivel externo, sino internamente. Sentirás la aparente ausencia de ese estado o de aquello que crees que te falta: amor, paz, felicidad, abundancia, etc.
A esto es a lo que llamamos miedo. Miedo a no ser feliz, a que el amor se vaya, a que la paz desaparezca, a que la abundancia se torne en carencia, etc. Y todo miedo es, en última instancia, miedo a la muerte, a dejar de existir. Es esa idea repetitiva y que parece adoptar muchas formas, contextos y circunstancias en nuestra mente, de que en cualquier momento podríamos dejar de existir, de estar vivos. De que la VIDA podría “morir”.
Ahora bien, ¿qué ocurre si, cuando sientes miedo o cualquier otra emoción, simplemente tomas consciencia de lo que sientes y de lo que piensas, y aprovechas para tomar consciencia de que al mismo tiempo sigues existiendo, parándote a ser consciente y a sentir tu propia existencia? ¿Acaso en algún momento, mientras fantaseabas con la posibilidad de “morir”, de que algo te falte, de dejar de existir, dejaste realmente de estar vivo? “Pienso, luego existo”. Me paro a tomar consciencia de que estoy pensando y de que al mismo tiempo sigo existiendo, sigo vivo. Me abro a sentir mi EXISTENCIA. Me abro a seguir sintiendo lo que soy y quien soy realmente, en estado puro, detrás de todos mis pensamientos, emociones y creencias. Me permito volver a estar presente y a sentir mi PRESENCIA. “Siento… ¡luego existo!”
Si “Ser o no ser” es la cuestión y el problema que nos planteamos una y otra vez, pero si nunca podemos dejar de Ser y de existir, por mucho que fantaseemos sobre ello, entonces SER es siempre la solución y la respuesta a dicha cuestión. Sigue sintiéndote. Sigue sintiendo que eres, quien eres y lo que eres. Y descubrirás que siempre eres esa Consciencia Pura, ese Ser, esa Presencia, en la cual el Amor, la Paz, la Felicidad y la Plenitud nunca han dejado ni dejan de existir. ¡Incluso cuando fantaseas sobre la posible ausencia de esos estados, están presentes en tu consciencia, pues los piensas! Tan sólo es cuestión de pararte y abrirte a sentirlos, mientras piensas en ellos.
El miedo a la muerte, la ausencia o la carencia es una ilusión, una fantasía. Siempre estamos vivos, plenos y perfectos. Siempre SOMOS.
Artículo publicado en la Revista VERDEMENTE de Septiembre de 2014, Madrid.
por Jorge | Mar 7, 2014 | Sin Clasificar
(Artículo publicado en la Revista ESPACIO HUMANO nº183, Marzo 2014)
Ese Amor, esa Paz, esa Plenitud que tanto anhelas, ya se encuentran en ti. Tan sólo con que te aceptases plena e incondicionalmente y te permitieses contemplarte a ti mismo tal y cómo realmente eres, permitiéndote ser y sentir quien realmente eres, sin juicio alguno en tu mente, no existiría en ti ninguna duda acerca de la plenitud que eres. No se trata de pensarlo o imaginarlo, sino simplemente de abrirse a sentirlo, a sentirte, plenamente, sin juicios.
Tan sólo con que te permitieses Ser quien eres en este instante experimentarías que todo cuanto realmente eres ya es perfecto. Comprenderías que ya gozas de una plenitud que no puede verse amenazada o alterada en lo más mínimo por nada que ocurra en tu vida, en tu mente o en tu cuerpo. Si tan sólo eligieses estar en paz contigo mismo en este instante, cada instante de tu vida se revelaría ante ti con una paz tan profunda y plena que ningún pensamiento de miedo o de conflicto podría alterarla en lo más mínimo. Si tan sólo escogieses amarte a ti mismo incondicionalmente, no existiría condición, ni circunstancia, ni acontecimiento alguno que pudiese arrebatarte o condicionar en lo más mínimo la experiencia del Amor que estás buscando.
La experiencia de esa Paz, de ese Amor, de esa Felicidad que ya mora en tu interior está siempre a tu alcance más inmediato. Está ocurriendo en este mismo instante, en cada instante. Es únicamente en tu consciencia donde parece no ser así. Esto parece ser así únicamente porque tú mismo has elegido mantenerte a ti mismo separado de esa experiencia en tu propia consciencia. Has pensado e imaginado ser tan sólo una limitación, una experiencia limitada y condicionada, de esa Paz que mora en ti y que siempre eres.
Eres tú quien se está haciendo todo eso a sí mismo, manteniéndote separado de la Paz y del Amor que es tu Fuente y tu única realidad. Nada en absoluto, ninguna de tus creencias, pensamientos o emociones, ninguna de tus experiencias en la vida, ni aquello que crees acerca de tu pasado, de tu presente o de tu futuro, de ti mismo o de los demás, de la vida o del mundo, puede separarte en lo más mínimo de la auténtica naturaleza de tu Ser: pura Dicha, Amor perfecto y Paz inalterable. Más cuando crees que tu plenitud se encuentra en algún momento o lugar distante en el tiempo y en el espacio y alejada de ti en este instante, experimentas ese estado de separación como si fuera real. Pero toda esa experiencia tan solo parece tener lugar debido a un simple juicio que albergas en tu mente, a veces tan imperceptible y sutil para ti que lo pasas por alto.
Se trata del juicio de que eres indigno de toda la paz, el amor y la felicidad que tu mente es capaz de imaginar en este instante. Más si tu mente es capaz de imaginar esa experiencia en este instante y de pensar en la posibilidad de que ese estado de absoluta dicha y plenitud exista es porque ese estado ya se encuentra de alguna forma presente en ti y en tu consciencia. Aunque parezca que se encuentra en tu mente tan sólo como una posibilidad y no como un hecho, si pudieses aceptar esa posibilidad como algo real y abrirte a la experiencia de esa posibilidad, aquí y ahora, no tendrías dudas acerca de su existencia en este mismo instante.
Las posibles experiencias parecen ser infinitas, pero si observas lo que sientes con total honestidad en cualquier momento dado, te darás cuenta de que solo existen dos posibilidades, dos experiencias: una de plenitud, de dicha, de paz, de amor; y otra de conflicto, de miedo, de dolor o de carencia. Eres tú, en cada instante, quien está eligiendo cuál de esas dos experiencias tener. Cada una dependerá de cómo te estés juzgando a ti mismo y de lo que pienses que eres digno.
No importa lo que estés experimentando como efecto de esos juicios que albergas, ya sea miedo, sea dolor, sea culpabilidad o cualquier clase de malestar mental, emocional o físico. No te juzgues a ti mismo de nuevo por haberte juzgado erróneamente, ni luches contra aquello que sientes y experimentas, pues aquello que sientes te ofrece la oportunidad de darte cuenta de cómo has elegido verte a ti mismo. Escucha y atiende lo que sientes en paz, y así podrás sentir esa paz que sigue estando presente en cada instante. Dándote esa paz a ti mismo, sea lo que sea que sientas o pienses, estarás deshaciendo el error de raíz.
Todo cuanto contemplas y percibes es un reflejo de tus propios pensamientos. Si percibes que algo o alguien te está arrebatando esa paz que anhelas o que está provocando que experimentes su ausencia o que experimentes conflicto, es únicamente porque te has juzgado a ti mismo de antemano como carente e indigno de esa paz. Si experimentas dolor porque percibes que alguien no está siendo amoroso contigo es únicamente porque tú has decidido verte a ti mismo como carente de amor.
Si puedes darte cuenta de la necesidad que estás proyectando en el otro y de cuya satisfacción haces al otro responsable, dándote cuenta de que eres únicamente tú quien está eligiendo sentirse así, podrás tomar consciencia de aquello que te has negado. Si puedes abrirte a amarte incondicionalmente en cada instante, sientas lo que sientas, te estarás abriendo a deshacerte de todas las condiciones que le has puesto a la experiencia de esa paz, o de ese amor, o de esa felicidad que anhelas sentir y de cuya presencia o ausencia haces responsables a los demás.
Este cambio de percepción con respecto a ti mismo conlleva que todos los juicios que albergabas sobre la otra persona o sobre la situación, cuando pensabas que no te estaba brindando paz o amor, sean intercambiados de manera natural por ese amor que ahora sí te estás abriendo a darte a ti mismo y por lo tanto a sentir plenamente. Desde ese amor al que te vuelves plenamente receptivo podrás contemplar amorosamente todo cuanto te rodea y así enseñarle al otro, mediante el ejemplo, esa misma lección que tú te has abierto a aprender: que todo cuanto deseas alcanzar ya se encuentra en ti.
Desde ese amor y esa plenitud no sólo estarás sanándote y liberándote a ti mismo de toda limitación y carencia, sino también a los demás, al compartir tu percepción de tu propia plenitud y de la suya con ellos. Pues sólo estando en paz con el otro tal y como es podrás estar en paz contigo mismo tal y como eres, y viceversa.
Contempla todo cuanto veas desde esa paz, desde ese amor al que te vuelves totalmente receptivo, reconociendo en cada instante que eso es todo cuanto deseas experimentar y liberando a dicha experiencia de cualquier obstáculo o condición que hayas querido imponerle. Y viendo en el otro ese mismo amor sin condiciones y esa paz inalterable y abriéndote a contemplarte y a contemplarlo todo sin juicio ni limitación alguna, podrás ser cada vez más consciente de que ese amor ya está en ti y en todo cuanto contemplas.
Todo ataque, todo miedo y todo sufrimiento no es más que una petición de amor y la expresión y el resultado de haber negado que la experiencia de ese amor sea posible, aquí y ahora. Por lo tanto nuestra única función es poder abrirnos a contemplar toda situación y toda experiencia, sea en el otro o sea en mí, desde los ojos del amor y de la paz, recordando que el amor es nuestro único propósito y que ninguna condición ni ninguna circunstancia pueden amenazar su presencia.
Jorge Pablo Pérez
Artículo publicado en la Revista ESPACIO HUMANO nº183, Marzo 2014, Madrid.
por Jorge | Sep 19, 2013 | Sin Clasificar
Nada de lo que ocurre puede afectar en lo más mínimo a Aquello que realmente Somos. Eso que realmente Somos puede ser experimentado mientras todo aquello que nos sucede viene y va, aparece y desaparece.
Por muy amenazantes, discordantes e impactantes que puedan ser todos esos sucesos, la Consciencia de puro Amor que nos sujeta, nos impregna, nos conforma y nos trasciende como seres separados y abandonados al aparente caos de un universo y una existencia de separación y carencia, falta de paz, amor y plenitud, permanece siempre ecuánime, impoluta, invulnerable, recordándonos en todo momento lo único que tiene valor y realidad en nuestras vidas: el Amor que sin hacer excepciones, sin establecer diferencias, sin realizar juicio alguno sobre nada, todo lo Ama.
Ese Amor, que es Paz, que es Plenitud, que es Dicha sin límites, que todo lo abarca y que todo lo ama como a Sí Mismo, desvanece toda sensación de separación, miedo y carencia, mostrándose a sí mismo en nuestros corazones, nuestras mentes y nuestros ojos como inmanente, permanente y siempre presente, en todo aquello que nuestros ojos contemplan, nuestras mentes piensan y sienten nuestros corazones.
Ese Amor tan sólo necesita una cosa, un pequeño gesto, una pequeña dosis de buena voluntad por nuestra parte: que nos permitamos abrirnos a SENTIRLO en cada instante, recordando que ese Amor es todo cuanto deseamos, necesitamos y anhelamos experimentar. Tan sólo tenemos que desear de todo corazón ponernos en sus Manos, en perfecta confianza, y permitirnos experimentar su Ser, que es nuestro Ser, en toda su Plenitud y Gracia. Entonces, tan sólo tendremos que permanecer, reposar y descansar en sus manos, delicada, serena y pacíficamente, para darnos cuenta de que en todo momento fueron sus manos, que son las nuestras, las que nos sostuvieron en todos y cada uno de los momentos tanto difíciles cómo fáciles, amargos y dulces, de nuestras vidas, aunque no nos diéramos cuenta de ello.
Que el Corazón de ese Amor, que es el Reino de los Cielos, y que es Nuestro Corazón, Único y Todo-abarcante, resplandezca siempre presente en su latir, con total claridad, en nuestra consciencia. Tan sólo se trata de volver nuestra consciencia hacia dentro, hacia nuestro interior, hacia nuestro Corazón, y permitir que la misma se funda en Su Presencia, en Su Fuente, sin volver a saltar hacia afuera, en un intento de experimentarse cómo si estuviera separada del Corazón, del Amor, al que pertenece.
Una vez que el reconocimiento, el recuerdo, de esa permanente y eterna Unidad se restablezca en la mente, y tenga lugar la experiencia inefable e intangible de ese Amor que Somos, que nos ha creado, y que a través de nuestra creación se extiende a Sí Mismo, tan sólo será cuestión de permitir que ese Amor se expanda y se extienda, abarcando todo cuanto nuestros ojos contemplen, todo cuanto nuestras manos toquen, todo cuanto nuestros oídos oigan, todo cuanto nuestras mentes piensen, y todo cuanto nuestros corazones sientan.
Y así, en el reconocimiento de la ilimitada expansión y extensión de ese Amor, reconoceremos la Infinitud-Plenitud-Eternidad de nuestro Ser, en total comunión y unidad con todas las cosas, seres y aspectos de la creación que contemplemos y que hayamos contemplado como separados, pero que esta vez contemplaremos y sentiremos como eternamente unidos, UNO, con nosotros. Pues UNO es lo que Somos, UNO es lo que ES. UNO es el Amor que sentimos. UNO es el Amor con el que nos amamos. UNO es el Amor que nos Ama.
UNO ES EL AMOR QUE SOMOS

por Jorge | Ago 26, 2013 | Enseñanzas
Nuestra mente parece estar siempre en constante parloteo, rumiando, pensando y proyectándose en todas direcciones, salvo permanecer simplemente en el instante presente. Y esto muy a menudo nos disgusta, nos frustra. Y más aún cuando nos consideramos a nosotros mismos como grandes(o pequeños) meditadores o fervientes devotos de un camino espiritual o de crecimiento interior. Sin embargo, perder la paz-iencia y entrar en una mayor tensión por descubrirnos a nosotros mismos ya en tensión, no parece ser el mejor remedio para encontrar esa paz que tanto anhelamos. Pues, ¿cuál es el propósito de alcanzar un cierto grado(o un grado total) de quietud mental y de silencio interior? Cada cual parecerá tener su propio objetivo. Y puede ponerle el nombre que quiera, y existen muchos, pero en el fondo se trata de una simple experiencia. Siempre la misma experiencia.
¿Qué propósito tiene acallar mi mente y sus pensamientos? ¿Qué propósito tiene vivir únicamente en el instante presente? ¿Qué propósito tienen todas las prácticas, técnicas y rituales a los que nos sometemos o nos hemos sometido a lo largo de nuestras vidas y/o caminos espirituales? Llámalo Paz Interior, Amor, Felicidad o Gozo Supremo, Plenitud, Realización, Abundancia, Iluminación, Dios o Consciencia Universal. Llámalo “ESO”. En el fondo, siempre es la misma experiencia. Una experiencia siempre extremadamente personal, y al mismo tiempo totalmente universal, que todos podemos compartir, más no enseñar, ni aprender, ni explicar, ni expresar con palabras de una forma completamente precisa. Solamente puede ser experimentada, VIVIDA.
Y acaso, ¿no esa misma experiencia la que estamos buscando, a veces a ciegas, con cada una de las prácticas, hábitos y deseos que podemos considerar como más “mundanos” o “terrenales”? ¿Qué propósito tienen el juego, el baile, la música, el arte, el sexo, el deporte, las drogas, cualquier tipo de ocio, la lectura, irse de vacaciones, ganar dinero, gastarlo, la comida, contemplar la naturaleza, encontrarnos con nuestros seres queridos, o temidos, ver un partido de fútbol, que gane nuestro equipo, que pierda el contrario, beberse un café o un té, salir de compras, tomar el sol en la playa, etc., etc., etc.? ¿Qué es lo que con todo ello quiero experimentar? ¿Qué es lo que deseo SENTIR?
De nuevo, podemos ponerle el nombre que queramos, y el término parecerá variar con cada una de ellas. Paz, amor, gozo o placer, felicidad, abundancia, plenitud, sentimiento de autorrealización, disfrute, liberación, etc.. En el fondo, siempre la misma experiencia que aunque parece variar en matices emocionalmente muy diversos, todos esos matices en el fondo comparten rasgos muy similares. La única diferencia real, entre todas ellas, es el factor tiempo, junto con el factor intensidad. Es decir, lo único que varía es el período de tiempo que parece durar la experiencia en sí en nuestra conciencia, o la propia intensidad de la misma. El placer que parece aportarnos una buena comida, unas buenas vacaciones, una intensa relación sexual, un gran ingreso en nuestra cuenta bancaria, difiere simplemente en relación al tiempo que dura la experiencia de placer, el tiempo que permanecemos en dicha experiencia. Esto es así debido a que asociamos dicho placer, dicha felicidad, dicha paz, dicha abundancia y plenitud, con ciertas acciones, conductas o circunstancias concretas, material y fenomenológicamente hablando. Y cuando éstas se acaban… ¿Dónde se fue aquel gozo? Entonces decimos: “¡Hasta la próxima, amigo! Te espero hasta el mes próximo, cuando mi cuenta bancaria vuelva a aumentar!”, o: “¡Te espero hasta que aparezca mi próxima relación de pareja!”, o: “¡… mi próximo amante!”.
Más ese gozo, esa paz, esa plenitud, ese amor, sólo están ocurriendo porque en un momento dado así lo elegimos. Elegimos abrirnos completamente a esa experiencia. Y ESO no depende en absoluto de las circunstancias o de los fenómenos que estamos experimentando. ESO está siempre AQUÍ y AHORA, en nuestro interior, esperando a SER vivido incondicional y totalmente, a no ser que nosotros mismos elijamos ponerle ciertas condiciones… y ahí, entonces, empieza el juego, empieza el sueño, empieza la búsqueda. Mas toda búsqueda tiene irremediablemente un fin. Una vez dicha búsqueda alcanza su propósito o su objetivo, se acaba. Y a no ser que elijamos ponernos a buscar de nuevo haciéndonos creer que aún “falta algo” para que dicha experiencia sea completa, la experiencia seguirá siempre y en todo momento y lugar, disponible y plenamente accesible para ser vivida.
Ahora bien, si el propósito de cualquier conducta, pensamiento, emoción, fantasía, anhelo o deseo, es el de brindarnos dicha experiencia de Paz, Amor, Felicidad y Plenitud, ¿qué sentido tiene luchar contra dichos pensamientos, emociones o deseos? ¿Qué sentido tiene juzgarlos, y juzgarnos a nosotros mismos por tener dichos deseos, condenándonos a unos cuantos instantes más de penitencia, apartándonos unos minutos, horas o días más de dicha experiencia, cuándo lo único que dichos deseos están buscando es LO MISMO que nosotros, espiritual o trascendentalmente hablando estamos buscando? ¿Por qué no ver aquello que nos une y no aquello que nos separa? ¿Por qué no mirar con total aceptación, escucha y abrazando con total amor y compasión cada uno de los procesos que ocurren dentro de nosotros preguntándoles(esto es, preguntándonos): “¿Cuál es tu propósito, qué es lo que quieres, qué es lo que realmente estás buscando?”. En lugar de alejarnos de nuestro único y verdadero Propósito, a través del juicio, la tensión, la lucha y el castigo. ¿Por qué sentirnos culpables por tener ciertas ideas, cuándo lo único que esas ideas buscan es la realización del único propósito que podemos albergar en todo instante, en todo momento PRESENTE?
Pues no importa que hablen del pasado(de lo mal que lo hiciste, o de cuanto mejor podrías haberlo hecho, y cómo serían las cosas si así hubiese sido) o del futuro(de cómo podrían ser las cosas, de lo bien o mal que podrían salir). No importa si habla el miedo, o la culpa, o la rabia, o la tristeza, o la melancolía, o el entusiasmo, la excitación adrenalínica o el desenfreno. Pues siempre es la misma Voz, la Tuya, hablándose a Sí Misma, y pidiéndose lo que ya Tiene, lo que ya Es y que siempre ha sido y buscado, y que siempre será y encontrará. ¿Por qué no escuchar y abrazar plenamente, aceptar incondicionalmente y abrirse totalmente a esa petición, a ese deseo, que pese a las formas que parezca adoptar, en esencia, siempre está apuntando en la misma dirección?
Entonces, aquello que parecía ser un enemigo y amenazar nuestra paz y nuestra “búsqueda espiritual” o vital se convierte en nuestro aliado, pues nos recuerda qué es lo que realmente queremos. Y esa experiencia que anhelamos tras todo nuestro parloteo mental de negación y carencia, de búsqueda e impermanencia, está siempre esperando paz-ientemente a nuestra aceptación más total, a nuestro “¡SÍ!” más incondicional. No le estaremos diciendo SÍ a las condiciones físicas y espacio-temporales que mentalmente le estamos poniendo a esa experiencia, ni a los objetos con los cuales la vinculamos o condicionamos, sino a la Experiencia interna en sí misma que esos deseos o pensamientos buscan, no importando qué medios consideremos necesarios a priori para obtenerla.
Esa experiencia es nuestro SER, es lo que Somos y nunca puede sernos arrebatada ni verse amenazada, salvo en sueños de carencia y la posterior lucha para conquistarla una vez más, hasta la próxima victoria. Más en la Paz de ese Ser descansan todos nuestros sueños, anhelos y deseos, siendo la Fuente, el Origen y el Destino de los mismos y de todo cuanto hacemos, pensamos, deseamos y sentimos. ¿Por qué no bañarnos en la Fuente, en el Océano, de una vez por todas? Y quizás, primero tengamos que dejarnos llevar por la corriente, sin esfuerzo alguno, sin tensión, de uno de sus riachuelos. Pues no hay ningún otro lugar a dónde ir, ni hay ningún otro lugar dónde se pueda estar, más que en la Consciencia de la cual brotan toda imagen y pensamiento fugaz que parecen momentánea y temporalmente ensombrecerla, como una nube al Sol. Esa Consciencia, Eterna, Permanente, Siempre Presente, es lo que Eres, es lo que Todo Es, es lo que Somos.
Jorge Pablo Pérez
por Jorge | Ago 26, 2013 | Enseñanzas
Todo en esta Vida tiene un mismo Propósito, más allá de la forma que cada aspecto de la misma parezca adoptar. Todas las cosas, tanto internas como externas, buscan realizar ese mismo Propósito, no importa la forma que adquiera la búsqueda en sí. La única diferencia, y es sólo una diferencia temporal, es si la cosa en sí se percibe a sí misma separada o bien formando una completa unidad con ese Propósito u objetivo que anhela alcanzar. Si se percibe como separada o carente, seguirá buscando hasta que termine por convencerse a sí misma de que ya lo ha encontrado. Si acepta percibirse a sí misma en unión con aquello que parecía desear, en ese momento toda búsqueda se acaba y simplemente se vive y se realiza esa condición de Unidad permanente con el objeto amado. Más esa Unidad ya existía, pues ES la Existencia misma.
Tan sólo la mente, en su identificación con los objetos, con lo temporal e impermanente, con la idea misma de separación, parece vivir esa idea cómo si se tratase de algo real. Una “realidad” en la que lo tuyo y lo mío, lo bueno y lo malo, lo digno y lo indigno, han de existir de acuerdo con un orden aparentemente preestablecido. Pero en cualquier caso, la mente está aceptándolo de manera constante, en cada instante, cómo verdadero.
Y toda esta valoración está teniendo lugar sobre el trasfondo de una mente que piensa que lo que piensa es real, cuando tan sólo se trata de pensamientos que vienen y van. Esos pensamientos dan lugar a emociones, percepciones y conductas, en su identificación con el tiempo y el espacio, y con acciones que han de realizarse de cara a obtener aquello que se anhela, una vez que sus condiciones hayan sido satisfechas. Entonces, y sólo entonces, se podrá tener la experiencia que se está buscando. Y tras reposar durante unos breves instantes en los frutos de esa experiencia, la mente vuelve a su vertiginosa actividad e incesante búsqueda de otra experiencia que parezca aún más lejana en el tiempo y aún más difícil de alcanzar.
¿Y qué propósito tiene toda esa búsqueda? ¿Qué propósito tiene cada una de esas acciones? ¿Qué propósito tiene todo ese esfuerzo? ¿Qué propósito tiene cada una de esas emociones que sentimos? ¿Qué propósito tiene cada uno de esos deseos que experimentamos? ¿Qué propósito tiene cada uno de nuestros pensamientos? ¿Qué es lo que están buscando y quieren alcanzar, más allá de todas las condiciones que han sido establecidas para el logro de ese objetivo que persiguen?
Detente, por un instante, y pregúntate: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Qué es lo que realmente deseo y busco alcanzar?
Indaga cada vez más profundamente en cada deseo, permitiendo que el deseo mismo, en toda su profundidad, te conduzca hacia ese Propósito que tanto anhelas y por el cual dedicas tanto esfuerzo cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo de tu vida. No juzgues el deseo por las formas que parezca adoptar, por las condiciones físicas, alcanzables o inalcanzables según tú, que parezca adoptar, ni por el tiempo que pueda parecer que requiere su realización. Simplemente, aquí y ahora, permítete gozar de ese deseo, de ese pensamiento, de esa emoción, en toda su intensidad y profundidad, hasta que llegue al punto en el cual se haya unido con Aquello que buscaba alcanzar. Entonces, permite que Aquello te alcance a ti. Todo eso está ocurriendo dentro de tu mente, en tu interior. ¿Y no es acaso en ese lugar dónde ocurren todas las cosas, dónde nacen y dónde mueren, dónde empiezan y dónde acaban?
No importa la forma o las características que una determinada emoción, acción, deseo o pensamiento parezca adoptar. Su propósito, al igual que el tuyo, siempre es el mismo. No importa si se trata de pensamientos amorosos o no amorosos, pacíficos o coléricos, tristes o felices, negros o blancos. Todos buscan lo mismo. Todo es o bien una expresión y extensión de ese amor del que ya goza la mente, o bien una petición o búsqueda de ese amor mismo. Entonces, ¿por qué no permitir a aquello que busca y anhela, encontrarse con Aquello que busca y anhela? ¿Por qué no permitir que se fundan en un tierno abrazo?
Tan sólo se trata de permitir, sin juzgar, aceptando totalmente cada aspecto de nosotros mismos y de la Vida que vive a través y alrededor nuestro, sin mantener separado ninguno de esos aspectos de la misma Vida y la Consciencia que los vive y que los ha creado. Sólo así podrá vivirse esa inmanente condición y estado de Unidad que existe entre todas las cosas, más allá de la forma que adquieran. Y sólo así podremos vivir nosotros mismos esa Unidad, pudiendo realizar y reconocer un simple hecho: que eso que buscábamos ya estaba en nosotros, ya lo Somos. Y la experiencia que buscamos únicamente tiene lugar cuando nos abrimos a ella plena e incondicionalmente.
Por lo tanto, no juzgues ni rechaces nada de lo que experimentes. Simplemente atiéndelo, acéptalo, abrázalo, y permite que te conduzca, o permítete conducirle, que es lo mismo, a ese santo lugar hacia el cual se dirige, y del cual pareció separarse por un instante. Ese lugar es el Amor mismo, que tú Eres y que Todos Somos. El Ser-Uno, Dios, la Vida, que tan sólo puede Ser. Ser Amor, Paz, Felicidad sin límites, y cuya Respuesta siempre es la misma, ante toda forma y toda experiencia con la que se encuentra y que vaya a su encuentro: Amor. Tan sólo puede amar. ¿Por qué no empezar por amarte tanto, y amarlo todo, tal y cómo es, permitiendo que el Amor mismo funda todas las cosas en su Eterno, Incondicional e Ilimitado Abrazo?
Permítele a cada aspecto, cada cosa, cada objeto, cada persona, cada ser, cada pensamiento, cada deseo, cada emoción, cada recuerdo, que te cuente QUÉ ES lo que REALMENTE QUIERE, qué está buscando, qué desea alcanzar. Y entonces, pregúntate: ¿es acaso ESO lo mismo que yo deseo y que realmente quiero? Y si es así, ¿por qué no permitir que nos sea dado? Entonces descubrimos la maravillosa verdad y experiencia de que Todo Es Uno, de que Todos Somos Uno, pues Todo busca y Todos buscamos lo mismo. Todo es lo Mismo, va hacia el Mismo sitio, y vuelve al Mismo sitio.
Cómo dice “Un Curso de Milagros”: “Permite que este año(o este día, esta hora, este instante) sea diferente, haciendo que todo sea lo mismo”.
Jorge Pablo Pérez
Artículo publicado en la Revista VERDEMENTE, nº171, Septiembre 2013
